LA TERCER MUDANZA
Habiendo caducado el período acordado de permanencia en la Colonia Escandón, luego de haber buscado entre varias propuestas para hacerme de un nuevo hogar, me decidí por instalarme en una casona ubicada en la Colonia Cuauhtemoc. Por un precio considerable se me brindan comodidades tales como Internet wi-fi, canales (y televisor claro), una recámara dentro de todo acogedora y con mucha iluminación gracias a la ventana que da al floreado patio, una cama muy confortable y un armario grandísimo con alrededor de 59 perchas; Además cuento con un estante espacioso en la heladera, acceso a todos los utensilios de cocina (ollas, platos, vasos, cubiertos, colador, etc), e incluso hay mi disposición un lavarropas que pagando una diferencia mínima puedo usar, aunque tengo que comprarme el jabón je. El baño está al lado de mi habitación y es compartido, por lo que nadie deja el papel en el baño, ni los jabones, ni el shampoo, ni siquiera los cepillos de dientes. Todo bien dividido, personal e independizado. Por suerte la ducha tiene bastante presión aunque no la que tenía en el baño del depa de Escandón.
La casa es hermosa por dentro y de marcado estilo antiguo, la dueña debe tener unos sesenta y pico de años y se llama Jacqueline y tiene una perra labradora que se come todo lo que se le cruza y que si te das vuelta se sube a la mesa y mete el hocico en tu plato. Hay otros dos inquilinos más, hace unos días conocí a uno de ellos, mexicano de cómo 42 años y la verdad que no entiendo cómo llegó acá, no es tema mío igualmente. Mi habitación queda arriba, al fondo a la izquierda, lo llamativo es que la señora se acuesta siempre sobre las 20:30 (incluso antes) y duerme con la perra (mmm), a lo que iba es que cuando uno regresa luego de ese horario están todas las luces apagadas aunque por suerte descubrí como utilizar la linterna de mi teléfono para que alumbre mi ascenso hacia mi casita. Lo mejor de esta zona donde estoy viviendo es que se trata de un barrio súper seguro, algo caro en comparación al anterior, en el cual tengo a dos calles la gloriosa Diana Cazadora y a 5 cuadras también puedo disfrutar del Ángel de la Independencia (fotos).
No es que tampoco se trate un centro turístico, si bien es gratificante salir de la casa “de uno” y encontrarse con una zona hermosísima, aunque es una de las que se desmadran de tráfico en los horarios pico (los cuales son muchos). En materia transporte tengo la estación de Metro Sevilla a 5 calles, también tengo Chapultepec a unas 7 cuadras, lo cual me permite poder tomarme camiones (colectivos) que viajan hasta la mayoría de los puntos alejados que contiene el D.F.; Mi zona es conocida más comúnmente como Reforma, y algo de lo que no hay dudas es de que a octubre también lo voy a vivir aquí donde estoy hoy día. Por último debo señalar que tengo una terraza a la cual accedo desde una puerta que está dentro de la recámara, ah y que obviamente que puedo traer visitas…a dormir no sé si puedo hacerlo, sin embargo no lo haría jamás porque el respeto domina mis acciones (¿?).
¡¡QUÉ APARATOSO ESTE BUEY!!
Volviendo a las irregularidades que algunos cometen por no detenerse a pensar, voy a citar una noche en casa del peruano y querido Manuel, bah en realidad fue a metros de la puerta de su departamento. Estábamos con otros 2 amigos (uno francés y otro mexicano) fumando unos puros y bebiendo vodka de raspberry, cuando terminamos la botella decidimos tomar unas botellitas de cerveza antes de migrar al antro que esa noche nos esperaba. Lo que pasó fue que mientras buscábamos finiquitar esos envases a Manu se le rayó el disco rígido y dijo “vamos, vamos, nos tomamos las chelas esperando un taxi abajo”, “ok” dijimos todos y bajamos…mientras aguardábamos un taxi nos reíamos de alguna frase incoherente las cuales todos veníamos profiriendo ya naturalmente. Manu por su parte elegía cantar algo incomprensible parado en el medio de la calle y bailando osadamente, hasta que a una cuadra más o menos yo diviso que venía una patrulla policial; De inmediato le advierto de esto a Manu pero él siguió con sus ademanes exaltados, para que me hiciese caso le tiré de su remera pero no hubo caso (valga la redundancia), para cuando me cansé de insistirle opté por alejarme unos pasos de él y dejar mi botella al lado del árbol más cercano. De los otros dos el mexicano ya había dejado su cerveza arriba, en tanto el francés estaba hablando por celular así que medio como no entendió cuando la maldita policía frenó al lado nuestro, y si bien 15 segundos antes Manu se había percatado de cortar con su “acting alocado” ya era tarde…
Estos dos policías se bajaron de su auto y vinieron hacia nosotros parsimoniosamente, sus caras no denotaban una situación económica excelente ni tampoco ganas de dejarnos ir gratuitamente en otras palabras. Primero el mexicano intentó explicar la situación, creyendo que ser local le daría algún poder especial, a lo cual le dijeron que “nos vamos a tener que llevar a ellos dos porque estaban tomando en la vía pública en un horario en el que es un delito". Según ellos (días después supe que era falso lo que nos dijeron) el chiste de Manuel al menos implicaba 32 (¿32?) horas en el calabozo o una multa de 6.000 pesos (2.000 nuestros aproximadamente), en eso saltó Manu a intentar calmar las aguas aunque indudablemente era por lejos el menos indicado, a lo que lo uno de los oficiales se dirigió a su patrullero y procedió a abrir la puerta trasera (como consumando el arresto) y amenazantemente volvió a nosotros para decirnos “bueno ¿cómo hacemos?”; Por su parte el francés empezó a auto-abochornarse con su español poco fluido e hizo que el otro oficial haga sonar su radio para informar la situación a sus superiores (al menos fingió que lo estaban escuchando y usó un tono bien policíaco). Yo por dentro crepitaba porque sabía que era irrevertible el tenso momento, entonces intenté decirles que no pasaba nada, que era un error de distracción y que no se volvería a repetir, que seguramente tendrían cosas más importantes para hacer y que se queden tranquilos que nos tomaríamos un taxi y nos iríamos hacia otro lugar sin hacer barullo alguno. Mientras el francés paró a un taxi, el mismo frenó detrás de la patrulla, pero uno de los policías fue y le dijo al conductor que siguiera su ruta. Lo gracioso fue que el taxista no acató la orden y siguió esperando a que sus clientes resolviésemos la situación, lo que obligó al oficial a levantarle la voz al del taxi para que se retire y este sin más lo hizo.
Seguidamente nuestra impaciencia nos llevó a preguntar cuánto querían para compensar lo hecho, "400 pesos al menos" dijeron (una locura debe haber sido el pensamiento al unísono de nosotros 4). Idas y venidas mediante entre los 3 convencieron a los oficiales para darles (¡solamente!) 200 pesos, lo mejor fue que ese monto lo pusieron entre el mexicano y el francés, yo no me iba a hacer cargo en ninguna vida, y Manu les dijo a nuestros compañeros que después les daría dinero porque no tenía cambio. La noche duró 2 horas más, la verdad fue que nos marcó feo en nuestras conciencias la desgracia ocurrida, y por más intentos que hicimos para olvidarlo sabíamos que esa noche ya había sido víctima del aura inadaptada del gran Manuel. Otra vez gracias amigo, nunca había sido partícipe de una coimeada semejante (ja).
Estos dos policías se bajaron de su auto y vinieron hacia nosotros parsimoniosamente, sus caras no denotaban una situación económica excelente ni tampoco ganas de dejarnos ir gratuitamente en otras palabras. Primero el mexicano intentó explicar la situación, creyendo que ser local le daría algún poder especial, a lo cual le dijeron que “nos vamos a tener que llevar a ellos dos porque estaban tomando en la vía pública en un horario en el que es un delito". Según ellos (días después supe que era falso lo que nos dijeron) el chiste de Manuel al menos implicaba 32 (¿32?) horas en el calabozo o una multa de 6.000 pesos (2.000 nuestros aproximadamente), en eso saltó Manu a intentar calmar las aguas aunque indudablemente era por lejos el menos indicado, a lo que lo uno de los oficiales se dirigió a su patrullero y procedió a abrir la puerta trasera (como consumando el arresto) y amenazantemente volvió a nosotros para decirnos “bueno ¿cómo hacemos?”; Por su parte el francés empezó a auto-abochornarse con su español poco fluido e hizo que el otro oficial haga sonar su radio para informar la situación a sus superiores (al menos fingió que lo estaban escuchando y usó un tono bien policíaco). Yo por dentro crepitaba porque sabía que era irrevertible el tenso momento, entonces intenté decirles que no pasaba nada, que era un error de distracción y que no se volvería a repetir, que seguramente tendrían cosas más importantes para hacer y que se queden tranquilos que nos tomaríamos un taxi y nos iríamos hacia otro lugar sin hacer barullo alguno. Mientras el francés paró a un taxi, el mismo frenó detrás de la patrulla, pero uno de los policías fue y le dijo al conductor que siguiera su ruta. Lo gracioso fue que el taxista no acató la orden y siguió esperando a que sus clientes resolviésemos la situación, lo que obligó al oficial a levantarle la voz al del taxi para que se retire y este sin más lo hizo.
Seguidamente nuestra impaciencia nos llevó a preguntar cuánto querían para compensar lo hecho, "400 pesos al menos" dijeron (una locura debe haber sido el pensamiento al unísono de nosotros 4). Idas y venidas mediante entre los 3 convencieron a los oficiales para darles (¡solamente!) 200 pesos, lo mejor fue que ese monto lo pusieron entre el mexicano y el francés, yo no me iba a hacer cargo en ninguna vida, y Manu les dijo a nuestros compañeros que después les daría dinero porque no tenía cambio. La noche duró 2 horas más, la verdad fue que nos marcó feo en nuestras conciencias la desgracia ocurrida, y por más intentos que hicimos para olvidarlo sabíamos que esa noche ya había sido víctima del aura inadaptada del gran Manuel. Otra vez gracias amigo, nunca había sido partícipe de una coimeada semejante (ja).
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