domingo, 21 de agosto de 2011

Tercera Veintena - Capítulo 1

INVADIENDO LA DICHA CON ERRORES AJENOS

En mi tercera etapa he recopilado una serie de episodios por demás cómicos y no tan sencillos de explicar, referido a reacciones ajenas y actitudes indignantes. Para empezar voy a relatar la historia de mi amigazo peruano Manuel (modelo, 26 añitos y algo desbaratador). Normalmente si algún alguien se encuentra pleno de energías es corriente a veces equivocarse, vanamente, sin advertir por completo la magnitud que encierra una determinada manera de actuar. Esa noche, luego de que nos rebotaran en un antro de la Colonia Roma Norte (“Rioma”), optamos por comer algo del puestito callejero a pasos del antro. Yo no tenía hambre por algún motivo x, así que me quedé platicando con Coco (peruanazo), Rulo (platense y del lobo) y Katy (uruguaya). Comentarios que no recuerdo mediante ninguno notó la ausencia de Manuel, cuando el amigote nuestro regresó venía lo más tranquilo (si bien bastante ebrio) masticando una salchicha, nadie le dijo nada, por su parte él sólo reía como ocultando algo. Pasó un minuto y se nos acercó un chavito que lo único que hizo fue dirigirse a Manu para preguntarle:
_ Oye tú ¿vas a pagar por la salchicha que tomaste?
_ (Haciéndose el desentendido) Yo no tomé ninguna salchicha señor (escondiéndola entre sus manos ya sin disimulo alguno)…
_ Ya la vi, la tienes ahí guardada (le dijo, sin obtener el reconocimiento buscado volvió cabizbajo a su cutre puesto de trabajo)…
Fue cuando todos miramos a Manu y le dijimos que no sea tan maleducado, que vaya y se la pague como correspondía. A su vez al gran Coco le agarró hambre y se pidió un hot-dog, a lo que Manu aprovechó para apoyar forasteramente la salchicha mordisqueada en la asadora, como quien no quiere la cosa, creyendo que el pobre empleado no se daría cuenta de lo que querían hacerle creer, puntualmente que nada había pasado (y que ese salchicha podría ser vendida a algún otro cliente). Un poco más firme la víctima volvió a preguntar:
_ ¿Vas pagarme por ella o no?
_ ¿Cuánto es?
_ 20 pesos…
_ Coco… ¿tienes 20 para prestarme?
_ No Manuel (entre risas de todos, menos del encargado del carrito claro está)…
Pero el inefable Manu le pidió los benditos 20 a Rulo y este se los dio sin pensar demasiado (algo que no tendría que haber hecho, así la historia quizá hubiese tenido otro matiz más aún de seguro). Así mi amigo pagó por algo que ni siquiera terminó de comer, además de que le cobraron el valor de un hot-dog aunque él sólo consumió ¾ de una salchicha sola. Seguidamente Manu quiso dejar las cosas en orden y le dijo al buen hombre aquel:
_ Disculpe señor, en verdad esta noche me embriagué, le pido que me perdone, no fue mi intención hacerlo enojar, ni robarle nada, fue solamente un broma tonta, ¿eh? (mientras le estrecha su mano…)
_ Sí, sí, no hay problema (definitivamente era el empleado con más paciencia de México).
Por si fuera poco, cuando nos fuimos de allí a buscar un taxi venía una chica caminando y cuando pasa por al lado nuestro Manuel le dice:
_ Oye, una pregunta, ¿sabes cómo te llamas?
_ …
Todos estallamos de la risa de semejante ocurrencia, de la cara de póker que le devolvió aquella señorita y que este buey no cesaba de dar la nota.


TODOS LOS DÍAS SE APRENDE ALGO NUEVO

Venía ajetreado, la semana pasada, pensando en saciar mi sed con agua bien fría, en tanto el Metro avanzaba más que parsimoniosamente. En eso entra al vagón una niñita vendedora de unos 7 años, que con voz potente y chillona nos ofrece golosinas, pero a la vez nos dejaba ver sus pocas ganas de seguir hacinando su cuerpecito por tener que trabajar bajo un calor intenso que no sólo ella sufría (desde ya). A unos pasos de mi lugar había parte de una familia, compuesta supongo de madre, hermana, y dos hijas de 8 y 12 años aproximadamente. Apenas la menor de estas vio a la otra chiquilla tan rimbombante, haciendo su faena, quedó absorta entre sus pensamientos pueriles, a lo que le manifestó a su madre:
_ Mamá… ¿por qué esa nena está trabajando?
_ (risa con sorna de parte de su madre) Y…trabaja porque es lo que tiene que hacer.
_ ¿Y por qué yo no trabajo mami?
_ Porque vos vas a la escuela mi vida, además no hace falta por ahora…
_ ¿Y qué?... ¿la nena no va a la escuela entonces?
_ No sé hijita, igual no te preocupes que vos también vas a tener que trabajar cuando seas más grande (más risas, ahora entre las otras dos restantes también).
_ Pero yo soy chiquita como ella, y por eso no trabajo, pero ella sí mami (tras la llegada de esa idea la nena se vio netamente sorprendida y puso una cara mitad indignación mitad de tristeza, quizá había entendido casi toda la situación en su totalidad)...
 _ Vos tuviste más suerte que ella mi amor, por eso no trabajas. Esa nena tiene que ayudar a su familia para que no le falte un plato de comida en la mesa...
Duro ¿no?, poco ortodoxa la explicación materna pero por demás efectiva estimo. La nena se quedó pensante en sus adentros, vaya uno a saber en qué…no creo que en el concepto de explotación en sí, aunque en algo por estilo he de suponer.


“NOS SIGUEN PEGANDO ABAJO”

Fue chocantemente chusco lo ocurrido esa tarde en que venía viajando en el Metro Bus y sin darme cuenta me descansé en la zona de asientos reservados sólo para mujeres (o niños y ancianos también en su defecto). Lo cierto fue que el guarda se me acercó para decirme que no podía permanecer en dicho sector, bien no hay problema me dije. De inmediato el vigilante procedió a hacer lo mismo con un grupito de 4 chaparritos de unos 15 años, 3 de ellos se levantaron pero hubo uno que se hacía el sordo…era inadmisible e impagable ver al guarda a centímetros de este joven pidiéndole que abandonase ese asiento mientras este miraba por la ventanilla y hacía de cuenta que no lo escuchaba.  Al tercer llamado sin respuesta ni mosqueo el hombre perdió la paciencia y tomó a este pibe del brazo para señalarle, con tono grave, que debía levantarse en ese preciso instante de su preciado lugar (atrás del colectivo de más está aclarar que no había lugares disponibles. El receloso adolescente le hizo caso, pero de muy mala gana, y se ubicó junto con sus amigos que estaban atrás mío (parados lógico); Increíble era escuchar como este vástago maldecía al responsable guarda sin cesar en su escalada, desafiando el alcance de lo sigiloso, jugando con los límites del sonido porque la cantidad de insultos se sucedían y hasta casi parecía que en cualquier momento el hombre terminaría escuchando esos vívidos agravios hacia su persona. Pasaron varios minutos y el joven ya no siguió consumiendo mi tolerancia, creo que me molestaba semejante y aparente rebeldía, si bien tenía razón en ponerse así yo pensaba, ya me resultaba un murmullo harto denso. Un par de cuadras más y los jóvenes se bajaron, ahí sí se dio el lujo de gritar “pinche cabrón” y salir al trote junto con sus amigos, en ese momento sí que le di la derecha porque, si bien denotó cobardía e infantilismo necio, creo que fue una excelente forma de, finalmente, descargar toda la bronca que la situación y el botón le habían generado.

Algunos días después tuve el agrado de cruzarme a Manuel en la zona del Zócalo, donde a diario unos 2 millones de personas transitan (mínimo). Vaya casualidad sí; Este buey andaba queriendo unas gafas “vintage”, mientras que yo venía cansadísimo de no encontrar un adaptador para el cable de la PC con la que redacto todo lo que me pinta (todo lo que me late diría si fuese mexicano); Empezamos a preguntar y como siempre hubo respuestas por doquier pero ninguna acertada ni veraz de parte de los locales, policías también nos mintieron vale destacar, lo cierto que de tanto dar vueltas pasamos por la avenida que homenajea a mi país (foto).


Y entre otras calles con nombres de naciones, vimos pasar algunos camiones militares plagados de uniformados con pocas ganas de ser fotografiados, apuesto lo poco de dinero que me queda que si me veían tomando una foto frenarían su máquina mecánica en seco para secuestrarme y torturarme fingiendo que yo fuese narcotraficante peligroso para México, esta deducción nace de la cara de pocos amigos que traían los susodichos. Les dejo la humilde foto que pude tomar:

 
Sigo contándoles todo lo que me piache en breve…

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