martes, 9 de agosto de 2011

Segunda Veintena - Capítulo Final

INTERACCIONES Y CURIOSIDADES

Para ultimar la reseña del veintavo les contaré, en principio, sobre Alejandro. Este muchacho de unos 30 años, un no tan buen día, se distrajo y por infortunio perdió su pasaporte mexicano-estadounidense. La vida se empecinó en que yo sea quién caminando por Condesa me encontrase con este importante documento. Desde este hallazgo intenté comunicarme con su dueño aunque sin suerte, en las redes sociales no lo pude encontrar, sin embargo di con un usuario de Feisbuk que tenía casi su mismo nombre, con la excepción de que era un sr mayor y de que a su apellido le faltaba uno de los tres que figuraban en el pasaporte extraviado; Por lo que mi buena fe no dudó y eligió escribirle un mensaje privado a este hombre de símil identidad. Transcurrieron unas 3 semanas y a mi casilla llegó un mensaje que confirmaba que este hombre grande era el padre del titular de dicha identificación, incluso me adjuntó los teléfonos en los cuales su hijo me atendería. Sin preámbulos lo llamé y de inmediato acordamos vernos esa noche a pocas cuadras de mi depa. A la hora señalada, mientras degustaba un tabaco en una esquina, vi como este buey se acercaba hacia mí sin saber si yo era quién conservaba su tesoro tan preciado. Cuando mira para su derecha en busca de otra persona, creyendo que yo no era el indicado, le digo con firmeza: “¡Ale!” y seguidamente me responde: “¿Gonzalo verdad?”, a lo que dije “así es”…al segundo siguiente esta persona me estaba propiciando un fraternal abrazo lleno de júbilo y agradecimiento. Su mirada y sus palabras se encargaban de remarcar a cada segundo el invaluable gesto que para él significaba mi preocupación en entregarle su bendito pasaporte (hasta me confesó que en un par de meses se iría de USA). Se ofreció a ayudarme en cualquier cosa que necesite (si bien no respondió el mail ni los mensajes para ver si me daba una mano con unos trámites), lo cierto es que Alejandro me abrazó unas 3 veces más antes de que nos despidamos, y nunca dejó de sentirse un privilegiado por la bondad con la que obré (además del  total desinterés). Concluido el acto humano de aquel día, caminando a casa, miré en lo profundo del cielo como reclamando que el de arriba no se olvide de lo que hice. Quizás su trazo divino ya me reveló un destino concreto, y que a lo mejor aún no estoy al tanto de haberlo visto o sentido, lo que seguro sabe es que no me quedó nada por hacer para ayudar a un desconocido…y eso es lo que cuenta.

Por otra parte debo reconocer que me cuesta horrores asimilar que la función de banco sea hecha por los supermercados muchas veces, como servicio adicional el “super” asiste a sus clientes y los ayuda otorgándoles dinero en efectivo. Olvidarse la billetera ya no es un problema porque uno puede requerir la suma que necesite y el cajero te la entrega rápida y amablemente (luego de ponerle la firma a un recibo inofensivo). Voraz capitalismo incita esta tramoya a mi modo de ver, creo que la onda correcta sería que “si no hay cash volved a vuestro hogar y comer lo que haya (o bañaos sólo con agua)”.

Una de las cosas que también suele ser motivo de desesperación es el inefable tráfico aéreo que somete las alturas del D.F., esta sobrepoblación de aviones de más está decir que varía según la hora del día, pero en ciertas oportunidades uno puede vislumbrar que el promedio es de un avión por minuto y medio; Así durante más de una hora, algo que inexorablemente suscita la idea de viajar, quedarse, irse, dejando en claro que esta ciudad es una escala obligada para cientos de miles de personas, sin uno saber completamente si la tendencia generalizada es escaparse de aquí o si realmente todos los días hay miles de personas que llegan en busca de mejor suerte (como quién les habla). De hecho hasta los helicópteros forman parte de esta estadística, junto a otros objetos voladores bien identificables.

Por su parte el 20 de julio todos sabemos que fue el marketinero día del amigo, cuestión que en México no se conmemora en ningún día en especial, se supone que este día se festeja todos los días (o ninguno). De igual forma fui con los amigos de acá a un antro llamado “Hookah”, en el cual no pagamos entrada y donde al fernet te lo servían con coca sin gas (sin onda digamos)…la idea es decirle que los extrañé mucho, a quiénes se saben mis amigos y a los que a su vez saben que son míos/as.

En lo que lleva mi estadía en Colonia Escandón, sobre la pintoresca calle De la Constitución, también pude detectar curiosidades, en este caso referidas al edificio en el que vivo en sí. Quiero resaltar lo llamativo que me resulta convivir con una perra comunitaria llamada “Kinha”, ella tiene acceso a cualquier departamento de nuestra vecindad, un día puede pasárselo entero en lo de alguno de los vecinos, nadie la proscribe y como corresponde yo tuve mi episodio con la canina. Hace unos 10 días me encontraba durmiendo plácidamente, de repente a eso de las 5am percibo un rasgueo tan inhumano como su insistencia, efectivamente es la contraseña empleada por “Kinha” para ingresar a los domicilios. Al fin y al cabo no era mi intención ser su anfitrión, ya sea porque a veces heda a altillo (o a “trocitos”), o sea porque suele ponerse cariñosa y lametear. Efectivamente no le abrí, pero efectivamente también ella siguió llamando a la puerta por un espacio de más de 30 minutos, lo que hizo que no me pueda dormir por unos 45 minutos. Conclusión: la próxima vez tendré que hacerla pasar para que no sea una pesadilla (estando yo despierto), o dicho de otro modo: para poder dormir tranquilo.

Al día siguiente de la defunción de Ammy Winehouse fue estrambótico ver una foto suya en la tapa de un periódico con un título salvaje que decía: “¡¡MUERTA!!”, en una nada casual tipografía color amarillo (por si las moscas). Por cierto, no había ninguna otra noticia en la portada del diario, como para apreciar la nula importancia que los medios mexicanos reservan para otras noticias (las nacionales sobre todo)…   


PERSPECTIVAS DE APRENDIZAJE

Entre tonos y latiguillos que uno asimila asiduamente, es menester de vez en vez incorporar nociones básicas para que la (mi) vida no corra peligro (“Sólo tengo una vida” dijo el flaco Spinetta en su canción “Al ver verás”). Por ello voy a reafirmarles porqué hablo de enseñanza, de la ciudad para conmigo. Se trata de que una buena tarde venía embalado con la bici ecológica, sin pensar, pedaleando a dos manos (sic) y usando como combustible las infinitas visiones de calidad que se me presentaban varios metros adelante, pero de por medio había una prudencia a la cual no estaba atendiendo. Tan así fue que con el envión que traía decidí cruzar la avenida Chapultepec de par en par, por la senda peatonal, aunque sin saber con exactitud cuantos segundos le quedaban al semáforo; Cuando todavía no había atravesado ni la mitad de la senda veo que a mi izquierda los autos y motos comenzaban, inmutables, a avanzar. El pánico se pasó a llamar Gonzalo y a ser poco aguerrido; Reducido mi cuerpo a la mínima expresión intenté hacer fuerza con mente y alma para que viniera Superman o Batman, y merced a alguna de sus habilidades me sacaran del meollo en el que veía. La lucidez pasó a ser sinónimo de pedalear con todas mis fuerzas, cuando sólo me quedaba un cuarto de la eterna senda para darme por sobrevivido, y ya los impacientes conductores estaban a un metro de impactarme, la última carta que jugué fue esta: los miré firmemente sin detener mi incesante movimiento de piernas, a todos, llevado por la ilusión de que me vieran y así aminorasen su marcha. Se dio como lo intuí, nadie ni los motoqueros prosiguieron, por ende no me atropellaron, me miraron, lógicamente, con cara amenazante y de “la próxima no te salvarás”, a lo que me respuesta gestual fue una mezcla exacta de gracias y perdón (más una sonrisa inocentona y cómplice, condecorando el suspiro del metro final con el que definitivamente puse de regreso mi alma a mi morrudo cuerpo).

Otro punto que me ayudará de cara al futuro es no olvidarme de que a la noche los taxis cuestan más caros, y que a diferencia de Argentina aquí si se puede sumar a un quinto pasajero, pero esta inclusión hará que el valor final del viaje aumente poco más de un 100%.

La franja comprendida por los últimos 10 días fue el preludio para que la lluvia comenzara a despedirse, al menos de aquellos caudales con los que solía caer antes; Realmente ha hecho aún más didácticas las tardes de reconocimiento de la ciudad y de búsqueda de empleo, y no me ha encerrado tanto en las archiconocidas dimensiones de mi computadora (siempre amigable y/o secuestradora).
En una tarde compras para todo el mes, me mandaron a comprar un kilo de tomate (ají tomate le dicen). Fui al sector de las verduras, y escogí aquellos tomates que consideré en su punto justo de maduración, tardé unos 3 minutos en tomar cuatro, apenas los puse en la balanza la aguja se disparó directo hacia el 1, sin ni un milímetro para ninguno de sus costados. Un kilo exacto marcó, por lo que intuyo que podré ser verdulero en algún momento, y en el país que se me antoje.

Finalmente los voy a advertir de otra situación, efímera más sugerente, que viví sobre la calle Venezuela; Allí, junto a un mercado callejero muy despelotado por no decir caótico (plagado de gritos, policías alarmados y vendedores ensimismados), había un niño dormido arriba de un capote (no, Truman no) que me invitaba a retratarlo, sobre todo considerando el contexto en el que el crío había logrado conciliar el sueño. Para este fin di toda la vuelta con tal de quedar en diagonal a ese poder que me inspiraba la imagen citada, nomás constaría de un zoom conciso tomar la panorámica de aquel pobre vástago totalmente desmayado. Lo único desconcertante seguía siendo su alrededor, la horda cuasi bestial de vendedores acuñando su megáfono era el verdadero espectáculo pero yo quería más; Subidos a una plataforma o balde de pintura gigante, estos se dirigían a los que pasábamos por allí por poco obligándonos a comprar sus productos. Cuando llego al punto exacto para gatillar mi cámara, me abstraigo y presiono el botón para acercar el foco, cuando estoy a milisegundos de sacar finalmente la foto veo todo blanco en mi pantalla…me hago hacia atrás y bajo la cámara, e instantáneamente paso a darme cuenta de que un joven de unos 21 o 22 años me había puesto el megáfono en el lente, obstaculizando mis intenciones, y alcancé a balbucear un:
_ ¡Eehhh!
_ No se puede tomar fotografías (mientras lo miro fijo), disculpe…
_ ¿Y cómo sabes a qué estaba sacándole yo? (en tono algo jocoso)
_ No me importa, solamente le digo que no se pueden sacar fotos…
_ ¿En serio? ¿O sea que aunque tampoco puedo tomarle una foto al piso? (apuntando la cámara hacia abajo)…
_ Ah sí (sonriendo), al piso tómele todas las fotos que quiera…
Y me fui acongojado, humillado e incrédulo, primero porque este coate no sabía a qué le estaba sacando yo y empero no vaciló en obstruir mi visión, y segundo porque menos mal que no se percató de la foto que quería obtener en sí, porque en ese caso creo que hubiese sido más difícil de solucionar dicho pleito (de parte mía), suponiendo que este muchacho iría con sus superiores para que me juzgaran de alguna forma…je.

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