LLEGANDO A LO MONO
Entonces un buen día sigo bastante contento de estar viviendo acá y el Rulo platense me invita a formar parte de su loco viaje televisivo, eran las 3 de la tarde y sobre nosotros estaba tendido el calor de un solcito suavecito bien combinado con la altura contaminante del D.F.; La onda en cuestión fue la de al menos a hacer un intento para ver si tengo unos minutos de gloria, en la piel de su mascota (aún sin nombre), para el show “Che Rulo” próximo a emitirse en la señal latina Telehit. Entonces recogimos el traje de ocasión e inmediatamente me lo calcé, parecía que no iba a quedarme pero la verdad fue que me quedó como piel y hueso, aunque no tan pegado al cuerpo. Sin embargo a los 15 minutos de puesto recaí en que adentro se estaba poniendo intenso, encima los guantes de plástico y la máscara no ayudaban demasiado. Pegote mediante, nada tan terrible a fin de cuentas, me dispuse a comportarme como un integrante de “Jackass” pero con algo más de respeto, o timidez si se quiere. Tomando en cuenta que aún me resta tener ciertos papeles legales fue un riesgo al menos interesante en el que incurrí, fue un peligro inadvertido que pudo haber tenido un desenlace fatal; Comenzando por saltar hacia la gente sorpresivamente y golpearme el pecho al son de unos gritos bien “gorílicos” (sic), seguido de una serie de espantos para con los niños que caminaban tranquilamente en la vereda, cuyas reacciones eran onomatopéyicas y solamente dejaban el claro el miedo que les generaba mi presencia (¡y eso que no me había quitado la máscara!); El 95% de los nenes/as que asusté mutaban de inmediato su cara y se ponían a llorar despavoridamente, mientras sus acompañantes (o padres) me miraban con un recelo cinematográfico, a lo que les levantaba mi mano como ademán para que supieran disculparme. Seguidamente me dispuse a sacarle la cartera a una señora mayor que estaba de espaldas, me le acerqué sigilosamente y ni bien le tironeo de su pertenencia la doña se da vuelta violentamente y esboza un golpe que apenas llegó a rozarme el brazo derecho, ante su reacción salí corriendo y me metí en el local donde nos dieron el disfraz. Minutos después, desde el fondo de este comercio, vi como la señora preguntaba a los empleados si yo había entrado allí (si me habían visto), instantes más tarde la señora se retiró indignadamente alterada. Entonces continué mi saeta, Rulo era el encargado de filmar las andanzas de su mascota, tras ver que había un colectivo esperando que el semáforo se pusiera en verde me subí corriendo ante la mirada atónita de los pasajeros, y con ese mismo envión salí del autobús de un salto y seguí corriendo por la calle dando saltitos de felicidad. Luego la toma siguiente era verme saltando e intentando colgarme de una rama muy frágil, así que menos mal que fue fingido porque si hubiese querido hacerlo en serio seguro que me golpeaba la cabeza contra el piso.
Debo aclarar que la trama se explicaba con una primera imagen en la que logro escapar de mi dueño, para dar con las posteriores macanas del mono jocoso de estar suelto en el D.F. (más precisamente en la zona aledaña al Centro Histórico). Después hicimos otra toma en la que Rulo me pasea con una correa, aunque igualmente seguí haciéndolo renegar; Por ejemplo, se podía ver a mi dueño hablando con una chica, sin prestarme nada de atención, hasta que yo le pido fuego a un transeúnte para fumar un cigarro y ni bien me ve mi dueño se enoja y me tira el cigarrillo, después me pega una especie de coscorrón en la cabeza (de más está decir que en ningún programa se permite mostrar a nadie fumando, así que fue utilizado como pretexto por Rulo para quedar bien con las autoridades del canal y con la gente que verá el show en general). Para otro “sketch” acordamos con una señora (camarera) que ella iba a estar mirando a su derecha para que desde su izquierda apareciese yo y la haga saltar de un susto, vieran ustedes que espíritu actoral el de esta dama con hambre de minutos de fama (preguntando luego en qué canal saldría y en qué horario, tuve que mentirle porque aún no estaban confirmados esos datos je). El otro chascarrillo preparado de antemano fue uno en el que el mono corría hacia una madre que miraba una vidriera con su hijo, en el cual el gorila levanta al niño y se lo lleva sobre sus espaldas a trote tendido…muy divertido estuvo el "acting" de la madre tomándose la cabeza como diciendo “¿a dónde se llevan a mi hijo?”. Por otra parte actuamos que mientras Rulo se sentaba en un bar, y me dejaba atado a un árbol, yo logre desatarme y me volviese a escapar para luego frenar a un auto que venía andando, tras cruzarme en su camino y golpearme nuevamente el pecho con ambas manos emulando el gesto de poder característico de los primates. También implementé mis añejos dotes actorales cuando me desmayé al suelo como de dormido, luego de escuchar a un señor que tocaba el “coso ese” al que hay que darle cuerda para que produzca un sonido similar a los de cuna. Y por último, para decorar esta aventura (que presuntamente tendrá minutos de aire), Rulo me compró una banana, el tema fue cuando pasamos frente a un puesto de tacos, ya que me puse a patalear y pedirle que me comprase uno, ante la negativa de Rulo tiré el plátano al piso y seguí caminando visiblemente cabizbajo…Quizá me esté olvidando de alguna de las fechorías que protagonicé en la vía pública, además de que Rulito le preguntó a dos policías si no nos prestaban una de sus bicicletas para que el mono se las robase y se fuera pedaleando en ella. Rotundo no recibimos como respuesta, pero bueno, valió la pena el intento.
Vale destacar que mi amigo se ganó el derecho de tener un programa propio luego de haber triunfado en un reality show del canal en el que buscaban un conductor para un nuevo show. De antemano quisiera agradecerle al gran pinche Rulo por la oportunidad, además de que para estos días estamos pactando una segunda grabación de su mascota suelta por las calles. Cuando esté editado esto que les conté voy a convidárselo a ustedes para que disfruten tanto o más, o menos, de cómo yo lo hice.
HAY QUE DOMAR A LA BESTIA
Y como para no dejar de ser una verdadera y algo mala ya costumbre, nuestro amigo Manuel from Perú vuelve a tener lugar entre lo más destacado de las bizarras vivencias que me depara el hecho de ver una vez por semana a este coate de aquellos, al que varios prefieren tener lejos. La misma noche en la que los Pumas jugaban ante Escocia por la fase de grupos del Mundial de Rugby de Nueva Zelanda fuimos con Manu y Santiago al antro “Ragga”, con la excusa de que tendríamos tragos gratis y que no pagaríamos entrada. Además de que yo nunca había ido y siempre es bienvenida la idea de conocer algún lugar nuevo; Manuel basaba su confianza en Oscar, RRPP del Ragga y buen amigo que anda a bordo de una Harley procurando saber más de sus raíces, ya que su padre es argentino, su madre italiana, y que el pobre (o no tanto) vivió en Buenos Aires, Roma y el Distrito Federal (lugar donde nació). De hecho su forma de hablar es extremadamente neutral y difícil de clarificar, aunque en el fondo las tonadas y frases mexicanas terminan prevaleciendo. Lo cierto fue que en la puerta no nos dejarían entrar hasta que Oscar llegara, por su parte los minutos pasaban y la impaciencia se acrecentaba, sobre todo en Santi quién quería ir a ver el partido de los Pumas, y en Manuel quién ya había llamado dos veces a Oscar y este le decía que le dé un rato más que ya estaba en camino. Por lo que a los diez minutos, y nuestro contacto todavía sin arribar, el inefable Manuel le pidió el celular a Santi para volver a llamar a Oscar, en esos 100 segundos que duró la comunicación se pudieron oír una serie de insultos y gritos totalmente desubicados para el mexicano, y caras de pocos amigos de parte de los patovicas del lugar. Mientras seguíamos aguardando por Oscar fue casi trágico ver cómo nos trataban los hombres de seguridad, ante la insistencia enfermiza de Manu para que nos dejaran ingresar, todos y cada uno de los “patovas” se mofaron de mi amigo y lo dejaron al ridículo delante de las personas que sí lograban acceder al antro, entre ellas muchas señoritas de esas que no caben dudas de que su nariz está parada constantemente y que por su trasero salen solamente flores (y que se dedican a fruncir el seño y sacar trompita cuando no sale el sol en Miami). El escándalo en la puerta se hizo cada vez mayor, otro llamado de Manuel a Oscar, con barbaridades tales como: “¡¡¡para que dices que en media hora llegarás si no vienes un carajo, eres un tarado Oscar, hace más de 40 minutos que te estamos esperando brother, más te vale que vengas porque me estás cagando la noche, eres un mal amigo sábelo!!!”. Entre risas intentábamos convencer a Manu de desistir e ir a otro lugar, aunque para Santi (y ya casi que para mí también), ese lugar era ir a ver el partido de los Pumas, el cual ya veníamos siguiendo por el BB de Santiago y sabíamos que venía muy reñido (y que si el equipo argentino no ganaba quedaría sin chances de pasar a la 2da fase). Pero el peruano querido nos pedía por favor que nos quedemos, que no era posible que no nos dejaran pasar, que él siempre entraba sin problemas, y que quería ingresar para decirle algo al patovica que lo había ignorado olímpicamente.
Por una de esas cosas de la vida Oscar se presentó en la puerta para hacernos entrar, el tema era que ahora los de la puerta no querían que Manuel sea de la partida, primero porque era el único de los 3 que traía puesta una remera (es común que aquí uno no pueda entrar sino tiene puesta una camisa) y segundo porque se había comportado mal en la entrada…Nosotros a unos 20 metros veíamos como Oscar parloteaba con el jefe de seguridad, casi rogándole para que no dejasen ser parte de la fiestita. En eso un buey me pisa, en su camino hacia el molinete de entrada, y le digo con voz de mala onda (y sin mirarle la cara): “¿qué haces pelotudo”?, a lo que temerosamente me dijo: “Perdón por favor, fue sin querer”…Ya era más que obvio que no nos importaba nada, berreábamos malas palabras para los de la puerta pero en un tono en el que con suerte no nos escuchaban. Hasta que salió el sol en nuestra noche y nos dejaron pasar, Manuel quiso decirle algo al de la puerta pero sutilmente me lo llevé de un tirón para evitar que nos sacaran antes de entrar (considerando que fue una hora y diez el tiempo perdido). Una vez dentro quedó claro que el lugar no era algo que mereciera el tiempo que le dimos, si bien Manuel comenzó a darle batalla a su locura, elucubrando pasos de baile totalmente insanos y dando la nota con todo su esplendor, primero fue rechazado por una gordita que antes y después de eso le venía regalando su boca a cualquier infeliz que cruzó; Después Mr. Perú 2010 volvió a aparecer con tragos de misteriosa procedencia, de hecho a cada ratito le quitaba el vaso de la mano a Oscar (poseedor de una paciencia de dioses hay que decir), y mientras tanto Manu seguía luchando por bailar como una persona que se jacte de ser normal. Entre tanto Santi estira su celular hacia mí para mostrarme que los Pumas ya estaban en el 2do tiempo y que iban empatando, con una cara de sufrimiento le hago saber mi sensación al respecto y al milisegundo vienen dos tipos de seguridad a increparnos, diciéndonos que no se pueden sacar fotos dentro del Ragga, a lo que yo me encargué de hacerlos verse como estúpidos, explicándole que estábamos viendo el resultado de un partido de rugby (holaaaa, deporteee, el mundial, argentinossss) y nada más. Un desastre más realmente, de parte de la noche mexicana para conmigo, así que de penitencia para el lugar decidí robarme un precioso vaso de vidrio, el cual me acompaña todos los días, y sigue siendo mi primer y único recipiente y/o elemento de cocina que compré desde mi arribo a esta magnífica y nada pulcra ciudad. Previo a llegar al auto de Santi, que estaba en el subsuelo, Manuel nos regaló su última sandez al pararse de pies sobre los extremos de la escalera mecánica, poniendo en riesgo su vida, hasta que le imploré con dos gritos (“Manuel bájate”) y se paró en la escalera propiamente dicha hasta llegar abajo, recibiendo una pellizcada necesaria…Ah y ganaron los Pumas al menos.
DECISIÓN ACERTADA
El 21 de setiembre era el día señalado para tomar mi vuelo de regreso a la Argentina, la hora las 14:55, y la empresa aérea no importa. Ya venía masticando la idea hacía un mes aproximadamente (irme o quedarme), lo que me retenía a decidirme del todo era que el cambio del pasaje me costaba unos 1180 dólares, por lo que debía tirar a la basura ese ticket y comprarme uno nuevo (sabiendo que las cifras no variarían demasiado). Luego de debatirlo internamente (¿dónde más sino?), más que nada enfático de analizar si mi poder lucrativo podría hacerle frente a un gasto semejante, opté por pensar en positivo y envalentonarme creyendo que con mi trabajo actual (y varios a futuro) podría ahorrar la plata necesaria para volver algún día a mi bendito y ultrajado país sudaca. De más está aclarar que los motivos sobran: una cultura gastronómica eterna y sabrosa, una serie de amigos que hacen más amena cualquier situación, una recámara con comidades considerables, una ciudad tan grande que sé que aún puede ofrecer infinitas alegrías (o en su defecto relatos para este blog), y sobre todo un presagio interno que me sigue señalando que quedarme aquí será lo mejor que puedo hacer por mí, al menos por este año. Queda sin efecto la situación política que supe que se viviría en nuestro país sobre finales de octubre, y toda esa algarabía insensata que confunde a las masas también pretendí evitarlas, seguro inconscientemente...Amén.