jueves, 1 de diciembre de 2011

Séptima Veintena - Capítulo 2

UNA CAÍDA QUE NO FUE TROPEZÓN

Siguiendo con los momentos altos o no tanto que estuve protagonizando, voy a rememorar, sin demasiada emoción, lo ocurrido en una noche de viernes cuando en la tienda donde “chambeo” se llevó a cabo una peculiar venta nocturna. Antes que nada contarles en qué consisten estas jornadas atípicas, sucede que en uno o dos fin de semana por año las grandes tiendas abren sus puertas hasta altas horas de la noche, laboralmente implica varias horas extras; Así estos centros comercial triplican sus ventas, primero porque ofrecen descuentos y mensualidades (cuotas) para que la gente se gaste la vida (más), y segundo porque hasta que no se vaya el último cliente los dueños no pueden permitirse cerrar sus instalaciones. Las degustaciones se ofrecen de parte de unas 11, 12 marcas, por lo que los “gorrones” se dejan ver saltando en una pata (son los “chimangos”, típicos aprovechadores, los que prueban todo y nunca compran nada), por lo que ellos muy felices y los promotores viéndonos saqueados, en mi caso de un whisky sensacional (un non age blend, pónganle que puedo transmitirles su magia con estas palabras, “es imposhiiiblee”).

Mi rango horario fue de 12pm a 22pm, con una hora de descanso. Lo peor fue enterarme, ni bien llegué, de que el jefe del departamento de vinos no había pedido mi producto a los proveedores, lejos de haberlo hecho lo suficientemente a tiempo como para que ese viernes yo me encuentrara vendiendo mi botella. Por ende me aboqué a las otras versiones de mi marca, pero diezmado por la desazón de no poder lucirme como asesor en el día en que las ventas explotaban por todos lados. Para que se den una idea: en el departamento de electrónica los asesores vendieron mínimo un millón y medio de pesos cada uno entre LCD, plasmas colosales, auto estéreos y “home theaters” (“cine en casa” le dicen acá). Comencé a vender bien y terminé despachándome con 17 botellas, 6 de ellas fueron de "18 años" que por cierto vale un poco más de 1.000 “varos” ($). Finiquitado el trámite me dispuse a regresar, para ello tomé un camión que agarró por otro camino, claro, se trataba de un móvil que terminaba en Chapultepec (donde yo iba), pero el defecto era que finalmente tardaría unos 45 minutos más que el otro, o sea un una hora y media en total aproximadamente. Mientras ya me había dado cuenta de que el trayecto se alargaría por demás, el conductor me quitaba la paciencia acelerando con frío desdén y sin piedad alguna; Por su lado las callejuelas oscuras se sucedían y yo divisaba que en el respaldar del chofer decía “loquillo”. En eso el desacatado este intenta frenar de golpe, aunque yendo a 78km/h el badén inhóspito que se comió hizo que el camión y yo peguemos un lindo salto, a lo que intenté sujetarme de la barra de metal pero apenas pude hacerlo, de más está decir que lo verdaderamente malo fue al segundo siguiente cuando la caída se pronunció violenta…resumiendo, mi coxis se estrelló contra el escalón y mi cabeza contra el asiento; Luego del golpazo se levantó un polvillo de unos 3 años, el mismo provenía del suelo del colectivo, además de que fue un asco la intensidad que dejo en el aire. La respiración se hacía pastosa, un asco único, el chofer desde ya que jamás atinó a pedir perdón con un grito, ni levantó su mano siquiera (voltearse tampoco fue una opción). Mi mente estuvo dubitativa considerando al menos soltar alguna que otra frase para “chingarlo un tantito” al menos. Se la dejé pasar je, pero en realidad para no hacerlo enojar y para que se apurase en llegar a la estación, pasó una media hora y llegué aunque ya no pude detener a mi ser de maldecir incansable ante el dolor que empezaba a sentir en diversas partes de mi cuerpo.Fuck.


NOCHE ELÉCTRICA

Recordé esta experiencia y quiero extenderla, para no citarla en el capítulo final como una curiosidad más. Resulta que estábamos una buena noche en el antro “Pata Negra” (ubicado en la conchetita Colonia Condesa, dónde hacía yo mi segunda aparición en dicho sitio); Después de un par de “chelas” (birras) y bailotear en joda un largo rato, inadvertidamente nos vimos platicando con tres mexicanos que resultaron ser muy buena onda (digamos). Lo cierto fue que dos de ellos me invitaron a salir afuera a fumar un cigarrillo, y ni bien estábamos prendiendo nuestro cigarros (convidados por uno de estos dos güeritos), repentinamente al otro se le ocurre una brillante idea: darnos corriente (por 20$ cada uno). Aclaro, para los que no saben, que afuera de algunos boliches andan sueltos unos sujetos que portan un artefacto constituido por dos mancuernas de metal y unas perillas que tiran electricidad a través de un control remotamente cuidado, bien cutre. Yo no estaba convencido de querer curtir esta nueva onda, me parecía una boludez realmente; Pero estos dos no cesaron en su afán y sin dudar pagaron 60$ y se sometieron al shock, llegado mi turno le pregunté al dueño del circo si esto me iba a doler o algo, me dijo “naa”. Al animarme a sostener, fuertemente, las empuñaduras, aún me restaba recibir la descarga…hasta que de repente sube hasta mi cerebro el efecto de un rayo recorriendo mi cuerpo entero, descargando su vehemente energía por doquier. Cuando se me fue la sacudida sentía como si hubiera recibido un balazo de tequila en mis extremidades, la sensación fue bastante interesante (por así decirlo), de hecho estos mexicanos quisieron repetir la experiencia y así sería: con más énfasis estos bueyes compraron el servicio y nos volvimos a conectar con el dios de la luz portátil otra vez; Fue mucho más intenso el momento, se ve que una vez que nuestro cuerpo siente esa vibración queda mucho más receptivo y chispeante. Entonces este "ballotage" hizo lo suyo eléctricamente e implacablemente y me erizó todos los pelos, de paso sacó casi la mayoría del alcohol en mi sangre, sin embargo fue como una especie de vaciamiento energético lo que colmó mi ser (?). No me quejé en lo más mínimo, pero aún hoy no puedo entender cómo estos estímulos pueden ofrecerse así como así en la vía pública. Lo toman como lo más natural del mundo, lo disfrutan como si fuera un chiste espectacular, ¿lo hacen para sentirse mejor?...yo no lo recomendaría más que para probarlo una sola vez. Aguerrida amargura me provocó.


MÁS YANKEE IMPOSIBLE

Y no quiero dejar de enterarlos de lo que llegué a ver en aquellos días en los que aquí se conmemoró el "Día (semana) de los muertos". Es cierto que hay muchísima gente que aprovecha la ocasión para recordar a sus familiares que ya no están, que existe un ritual puramente mexicano en el cual hay que seguir una serie de pasos para que la ofrenda cumpla con su espirituoso valor sagrado. La parte que más me interesó fue la que emulaba las tradiciones "gringas", más que nada porque los niños se disfrazaban y salían a pedir dulces (o truco), si bien ignoren que esa emoción la adquirieron porque sus padres miraron muchas películas "yankees". Este fervor conocido como Halloween fue lo que dominó todas las palabras que escuché en aquellos días: que el disfraz, que la ofrenda, que la cena, que las bebidas, que las golosinas, que los fuegos artificiales, que los regalos...un nivel ecléctico que traspasaba cualquier intento por hacer de este festejo algo serio, recayendo en simple recoveco capitalista encomendado a vaciar billeteras (o una copia bizarra de la Navidad).

El sábado incluído en la semana de los muertos me aburrí de mí y salí caminando en busca del metrobús que me llevaría a lo de Coco, a las pocas cuadras pude advertir como la ciudad se veía influenciada por esta algarabía de cotillón. Cientos de personas haciendo nada en las esquinas, con maquillaje hasta el hartazgo, con la calavera como símbolo abundante de lo que algunos pocos entienden de qué se trata (en demasía). Sin ser nada similar a un xenofóbico debo destacar la impresión extraña que me causó pasar por la Zona Rosa (exclusiva para los homosexuales), allí los atuendos rozaban la ridiculez y la extroversión era casi absurda, se relamían de saberse como aprovechándose quizás pervertidamente de la ocasión, para "transexualisarze" (sic) y sacar a relucir sus más osadas prendas femeninas, estimo; La cereza se apreciaba al verlos besándose, en todas partes (cuello, dedos y nariz), generando un visible recelo entre lo que me pareció a mi que suscitaban las poses exhibidas por los habitantes, necesariamente conservadores, que andaban por la zona. A fin de cuentas se trataba de otra indiscutible excusa de los locales para embriagarse desde el alma hasta la coronilla...son culturas vistes...qué le vamos a hacer.


Nos leemos en breve cuando cierre con lo más estrambótico que me topé en estos 20 días...

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