miércoles, 20 de junio de 2012

Novena Veintena - Capítulo 2


AÑO NUEVO PLAYA NUEVA

Es innegable que si alguien viene a México no va a querer irse sin antes conocer al menos una playa de las tantas y famosas que ostenta este hermoso país. Tanta belleza es algo que de hecho hasta puede ser un motivo por el cual seguir permaneciendo aquí, la proximidad a buenas y amplias playas, muy buenas y cálidas playas, y excelentes e imponentes playas; ya sea que seas un pinche surfer, un fucking hippie, un simple dulce, un tanto cursi, un narco horrible o un pobre codo (avaro le dicen), ninguno podrá resistirse a estos encantamientos de la naturaleza. Quién les habla finalizó su arduo trabajo, de ventas del ron nº1 del mundo (guatemalteco), el 30 de diciembre a la tarde; los pasos a seguir implicaban tomar un vuelo relámpago hacia las encantadoras costas de Oaxaca, más precisamente nuestro cometido era conocer Puerto Escondido y a su vez varios de sus pueblitos (increíblemente tropicales claro está).
Nos sentíamos ansiosos por demás (sépanlo amigos), por algo ese mismo 31 (a las 11am) ya estábamos dentro del avión; tras una hora y 10 minutos llegamos a Huatulco, por fortuna al lado nuestro teníamos a una joven pareja mexicana, con ellos hicimos buenas migas y entre los 4 pagamos los costosos 1.000 pesos que el taxi hasta “Puerto” no costó. Por suerte ellos nos preguntaron si por casualidad íbamos hacía allí, y por supuesto que no dudé aprobar la idea de compartir ese gasto algo molesto.


Gratamente, cuando salimos en busca de un coche, justo me llamó mi viejo para desearme un feliz año nuevo, y asimismo tuve el placer de incluso saludar a mis bellas hermanitas Zoe y Paz. De hecho terminé la conversación saludando a Brenda, la mujer de mi padre, estos últimos instantes estando ya dentro del taxi y mucho más cerca de las costas…se olía fácilmente el mar; la amabilidad del chofer fue mucha, hasta él mismo por su cuenta frenaba el taxi ante cada “ofrenda” o “muñeco” que encontrábamos en el camino, ritual que se lleva a cabo en dicha región para eliminar las malas sensaciones que deja el año antes de pasar al siguiente, renovando así en el viento sus esperanzas, y volando las cenizas de lo que no les gustó del pasado año, simbolizado a través de un hombrecito de tamaño casi real colgado o sentado para luego ser quemado sin más.
En tanto yo necesitaría abrir sí o sí mi Fasebuq porque Diego, mi brother, ya estaba en Puerto desde unos días antes. Incluso habíamos acordado que era su tarea decirnos que ya había conseguido un hostal barato para pasar la noche de año nuevo. Pasó una horita dentro de ese taxi y nos bajamos en un parador bellísimo, pedí la contraseña de internet y me metí a ver mis mensajes privados. Y así fue: Diego ya nos tenía un lugar reservado, o mejor dicho, dos camas de una plaza en un cuarto que aparentemente sería compartido…




No da que llegamos con Majo, en otro nuevo taxi, a la dirección detallada por Diego Alberto en sus mensajes del feis, y al minuto nos recibe el gran Diego con su sonrisa eterna, para seguidamente comentarnos que en nuestra habitación dormían un irlandés, un galés y un australiano; de todas formas preferimos asegurar la tranquilidad de no buscar techo también para el 1-1-12, por ende pagamos por dos noches allí, si bien era obvio que tendríamos que dormir tranquilos y sin agitar mucho las sábanas; empero unimos las camas y compartimos el espacio entre ambos. Lo más bizarro fue a menos de una hora de haber llegado, luego de acomodar nuestras mochilas y demás menesteres, Diego nos propone ir a conocer el comedor del lugar. Apenas estoy subiendo el escalón final que desembocaba en una especie de cocina-comedor, y veo a unos 10 metros a Samuel, un mexicano y viejo amigo que solía aparecer en la oscura noche bolichera porteña (al cual no veía desde el 2009, seguramente). Entonces, habiéndolo reconocido, digo en voz alta: “¡¡Samuel Guzmán Palomera!!”, serio él me tira “Sí así es, soy yo… ¿quién eres?”, le advierto un tanto inocentemente “¿No me reconoces buey? ¡¡No mames!!”, y él remata (mientras se levanta de su silla enérgicamente): “Pues claro que sí pinche Gonzalo” (y me da un abrazo chingón)…el pañuelo otra vez se había disfrazado de mundo, cocinando así un momentico "bizarrito"; además de todo lo bueno fue que él también se acordaba de Majo perfectamente, nombrándola por su pseudónimo y todo. Posterior a los saludos, después de años, Sammy amablemente y sin pensar nos convidó de unas deliciosas quesadillas que estaba cocinando.


Más al rato, pero antes de las 12pm (año nuevo), nos encontrábamos Majo, Diego, Sammy, su amigo de nombre incierto, y yo, meta platicar fervorosamente de cualquier cosa mientras empinábamos alternativamente un tequila reposado exquisito y un “Jagger” con bebida energética muy despabilador, ambos productos fueron una idea mía que me había en cierta forma encajetado con dicha combinación.
Por su parte el 2012 en sí llegó sin demasiado ruido ni fuegos de artificio (ni tampoco tanta locura), lo que sí: muchísimo calor, montones de arena ociosa por todas partes, y sobre todo una intensa pasión de caricias entre el sol y nosotros; los sentimientos que habíamos erigido día a día, virtualmente, y que una vez cara a cara pasa a ser real amor, mutando a algo correspondido, es lindo y muy llevadero pero con ciertos bajativos…como ser: volver a sufrir la distancia una vez terminada la saeta.


En fin, ese 1ro de enero siendo alrededor de las 2am llegamos al mismo parador donde nos bajamos en el taxi aquel algunas horas antes. La realidad que vivimos fue también gracias a que la cerveza que impera que pensemos en verde había organizado una fiesta bien padre, cool, divertida, a metros del mar y sobre un tiernito piso arenoso. Éramos unos 500 los privilegiados que coincidimos en ese lugar especial y único, en el que la brisa no nos despeinaba pero sí le ponía gran perfección al clima. La bebida estaba muy barata y fue desde ya que operó como otro estímulo. Durante el transcurso de la noche/día hubo momentos en los que con cierto aire cazador Diego recorrió la fiesta en busca de algún "filito"; ahí aprovechábamos para no abusar del "comer delante de los pobres" y nos devorábamos, igualmente cuando estaba con nosotros, yo no me dejaba estar y sin dudar me apretaba fuerte el cuerpo de María deseando que los días venideros no terminasen nunca…


TE RENOVARÁS JUNTO A LA ENERGÍA

Entonces pasaré a repasar las distintas playas que conocimos y disfrutamos con Diego y Majo. Para su información sepan que no llovió una puta gota ni un sólo día, gracias a Dios.


Brisas de Zicatella: las mejores olas por momentos y el mar más violento por otros, el lugar donde estuvimos la mayor parte del tiempo. Aquí conseguimos el hospedaje a menor precio, las mejores comiditas de la región probablemente, y además de que nos encontramos con varios amigos, por ejemplo Coco (y su ukelele), Johana, Daniela, Sabrina y Rulo (todos vecinos de edificio y argentinos, excepto el crédito peruano Coquito).





Carrizalillo: fuimos una bendita tarde a conocer en primera persona lo que fue una vista realmente imponente (desde donde se la mire), sumado a una marea bajísima y a muchos barquitos desvencijados rodeándonos; el perfil era decididamente familiar y por instantes rozaba la clase baja (si bien el “Club Sándwich” que pedí fue el más caro de mi vida y el más impresentablemente desprolijo y desabrido). A mí en particular me gustó mucho el ambiente aunque al resto del grupete la playa les resultó sucia y descuidada (prejuiciosos).





Mazunte: Ya luego de habernos tomado un colectivo que tardó poco más de una hora en llegar, caminamos un poco y un argentino (platense) nos ofreció sus cabañas. Quedaban en las alturas pero eran económicas, obviamente sin agua caliente, era su panorámica lo que hacía de estas cabañas un lugar más que increíble. Omitiendo que este lugar tuvo el nº1 en cuanto a cucarachas salvajes y gorditas se refiere, igual hoy aún sigo extrañando esa vista al mar desde nuestra cabañita...





Zipollite: el mejor hostel en cuanto a la relación entre precio y calidad, aunque más caro que Zicatella; bajábamos un piso y teníamos arena, caminábamos 10 pasos y estábamos en las “palapas”, y si avanzábamos otros 15 pasos ya el océano Pacífico tocaba nuestros pies. En las calles, por la tarde no tanto, pero sí por la noche, encontrábamos a ciertos hippies algo impacientes y un tanto irreverentes (sabrán más en las "Interacciones..."). De hecho la comida era horrible, baja en higiene y más cara de lo normal. Eran agradables las intervenciones de músicos callejeros, batucadas normalmente, siendo lo único sin cargo del pueblo (la gorra nunca falta claro está). Esto habla del problema de ser hippie hoy en día y creer que en estos lugares se puede comer barato. Claro, eso de barato es si vas de aquí para allá con la olla y el calentador, y recalentando fideos y demás yerbas. Polémico lugar en el sentido de ver tanto "hippie chic", aunque de seguro el de mejor onda (a grandes rasgos). La cereza del postre era la excelente predisposición al nudismo de parte de los visitantes, yo opté por la introversión y el zoom de mi cámara (como pueden apreciar).





San Agustinillo: estuvimos de paso por una tarde, pero el impacto de esta bella playa no cesó por más de un día. Hermoso lugar, para ir y volver en el día, pero ineludible. Ricas "tlayudas", que vendrían a ser una especie de tacos gigantes con queso, cebolla, lechuga, frijoles, aguacate (palta) y jitomate (tomate).




Punta Cometa: tras caminar un sendero selvático lleno de subidas y bajadas, caminos estrechos, telarañas, pisos resbaladizos pudimos llegar. La primera foto es del famoso atardecer que destaca al lugar,  la segunda muestra lo que veíamos a nuestra izquierda, atentos a unas marcas o "señales" que pueden verse en la arena... ¿fue obra de la mano de un hombre?





Puerto Ángel: fue también de paso que pudimos entretenernos con la vista que ofrecía este puerto angelical, valga la redundancia. Un pueblito mínimo que ayudó que Diego pudiera hacerse de efectivo/cash, gracias al banco (el único del pueblo) que encontramos en el “centro”.





Puerto Angelito: cangrejos negros que dicen que no hacen nada, pero que ni en varias vidas me acercaría demasiado a sus contornos crujientes y soldados por el mar. Una cangregación como bien dije en mi álbum de fcbk. Una tarde con Majo no sabíamos a dónde ir y nos dijeron que lo conozcamos, nada raro si bien la pasamos lindo, relax, sol muy acogedor y mucha mucha gente alrededor. 





Playa Estacahuite: un recóndito y exótico paradorcito, apto para el buceo y la pesca, con unos platillos típicos muy ricos, como ser: quizás los mejores camarones empanizados que probamos en toda nuestra estadía. Una tarde fue suficiente, incluso el camino recorrido para encontrar esta playa rondó los 10km en plena subida. Para hacerlo por única vez en tu vida, empero irrepetiblemente bello es esta playa.




Los reencuentro en un tiempito amigos, tengan paciencia.
Abrazo grande...


PD: Como ven sigo vivo.